agosto 21, 2010

Mały

Después de un leve suspiro, cedió eso que la hacía fuerte, eso que la ataba y la condenaba.

Se volvió pequeña y se derritió en sus manos, tal como se derrite el horizonte cuando la noche cae.

Ella no sabía, no pensaba, no decía, pero con una mirada profunda lo hizo suyo. Sus ojos penetraron su mundo y era ella la que lo dominaba, la que jugaba, la que lo amaba.

Él no podía contenerse. Su rostro temblaba con un encanto sutil, tratando de decir algo, tratando de actuar.

Ella, con su rostro femenino pero infantil, no lo dejaba respirar adecuadamente.

Él intentaba tocarla, se alejaba, se acercaba, no sabía que hacer. Lo único que hizo fue corresponder la mirada y pedir, casi sin voz: "No me mires así".

Se besaron, se tocaron, se sintieron. El cielo se cerró, se nubló y aún así, permanente fue el calor que habitaba sus cuerpos.

Seis horas trascurrieron.

Pero dentro de un breve instante se sintieron.

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